Charco El Mangó, Adjuntas
Mientras estaba sentada con mi amiga/conspiradora recibí un fuerte olor a putrefacción que interrumpió de manera abrupta mi eco-terapia. Algunas personas habían dejado una bolsa de basura, que por su olor debía estar llena de las cosas más sucias del mundo, al lado de las rocas del charco. Este olor, visita inesperada y no deseada, me recordó que no todos llevamos lo mínimo a los charcos, como acto de homenaje a la belleza natural, y que no todos aprendimos en la infancia que hay que recoger después de jugar. La bolsa de basura representó para mí la vagancia que a veces aqueja al ser humano - pero no de la buena, como lo es la de dormir hasta tarde los domingos, sino de la que ilustra actitudes egocéntricas, pensamientos ignorantes y conducta desconsiderada. A pesar de este intercambio sensorial no deseado, el mismo me sirvió para reafirmarme en mis valores, que nada tienen que ver con dinero o economía, sino más bien con conservación de la naturaleza y respeto hacia el prójimo.
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